Como en una matrioska invisible, he decidido edificar una frontera desde la cual se puede acceder a una segunda frontera, y de esa segunda frontera, a otra tercera, y así, sucesivamente, hasta alcanzar por fin un sorprendido y sorprendente pequeño núcleo vibrante y rojizo. La idea me produce escalofríos pero, ¿qué otra cosa puedo hacer?
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